El opio y la mariposa

Ayer me encontré a una mariposa.

Vuela, vuela, grité agitado, tan fuerte como pude, para incitar aquella hermosa criaturita a los vientos. Bate tus alas de ensueño y muéstrame tus secretos más profundos. Volteó su mirada a verme que debeló su indiferencia por mi feliz exaltación. Continuó su vuelo nervioso como si ningún evento extra-ordinario la hubiera turbado.

Sus colores brillantes, ensalzaban la sublime perfección fracasada por mi estulticia e inmadurez. Mi diálogo se volvió confuso, lo recuerdo como algún sueño extraño, perdido en la profundidad del libidinoso inconciente. Pudo ser producto de ensueño o un acto fáctico y verdadero, objetivo y real. Ja. Para mí ya nada existe. Fumo, siento el opio y luego soy. Que bonito, no hay más objetividad que la que uno se inventa. Nada es verdad, nada es mentira, todo depende del cristal con que se mira, decía un viejo sabio con quien debatía nimiedades filosóficas. Así como este simple y modesto escrito comenzó en nada finalizará en nada, en la nada que carcome al tiempo; que nos hunde en la angustia infinita. Que es fría y calculadora, escuálida y malvada.

La cruel mariposa, después de su deleitable danza por las flores silvestres, me miró; reflexionó sobre mi arrebatado comentario y rió fuerte y prolongadamente. Su risa me incomodó a tal grado de querer irme. Espera muchacho, me dijo todavía entre risas. Te platicaré un poco. Conozco la metamorfosis. He sido una oruga, me he arrastrado por la tierra sucia y he convivido con innumerables insectos repugnantes. Luego, como ya sabrás, me sometí a una alteración que la naturaleza me brinda. Dejé aquellos parajes incómodos para convertirme en la admirable criatura con la que jóvenes como tú se deleitan al simple aleteo de mi vuelo. Cierto es que abandoné los peligrosos senderos terrenales, dejé a los parásitos y a mis antiguos amigos los gusanos. Ahora, soy un ser de los vientos, un pequeño querubín multicolor. Los hombres me admiran y a juzgar por su impresión, soy un hermoso ser destinado a engalanar los paisajes. Todo es cuestión de perspectiva, mi venerable adversario.

¡Patrañas! Vivo la misma mierda. Hoy vuelo con las fétidas moscas, respiro el aire carbonizado y busco liberarme de los malditos depredadores que me acechan día y noche. La vida es la misma:
Un retorno a la molesta monotonía que embarga hasta el espíritu más noble.
La caída perpetua
La sonrisa de la luna
El cortejo de los elefantes
La violencia de tu hermano.

Respira profundo, exhala con cautela. Está sentado sobre su cama, con los ojos rojos. El cigarro ya se había consumida mientras la mariposa yace en aquel corcho, disecada alrededor de otros insectos. Insectos que son despreciados, ignorados, olvidados.

David Verástegui