September 24, 2006

El deseo

- ¿Te vas a comer eso?

La mujer lo vio de reojo y permaneció callada

- Las chuletas son apetitosas para reciarlas.

Ella comprendía muy bien su pensamiento, sin embargo no se molestaba por hacérselo notar. No tenía la intención de decirle nada.
Él, sin obtener respuesta, tomó el plato con su mano derecha y consumió el alimento masticando la carne en grandes pedazos.

- No deberías de comerte eso.

- ¿Y por qué no? Lo que yo haga sólo a mí me concierne.

Ella estaba cansada. No quiso dar más explicaciones y siguió sentada; contemplando el reloj en el que la manecilla corta acariciaba el número tres. Lo veía con tanta indiferencia, que podría estar observando cualquier otro artefacto de su casa.

- La cocina no es tu fuerte. Esto tiene un sabor rancio.

Su mirada viró a la carne. Estaba cortada en trozos, pero sólo quedaban dos de ellos. Los demás se los había atragantado. Ella bajó la cabeza; señal de aburrimiento.

- Esto es asqueroso, comienza a darme indigestión.

Tras las últimas palabras un sentimiento de interés se despertó en su cuerpo. Algo le intrigaba, algo en su cabeza producía cambios en sus movimientos. Sin embargo permaneció quieta en cuerpo aunque su expresión se asemejaba a la Gioconda.

Por fin se levantó, miró nuevamente a la carne y quedó pasmada, pero anhelando algo más. Miró el reloj y la manecilla corta seguía marcando el número tres pero en distinta posición. Los trozos ya no habían vuelto a tocarse. Nuevamente ella vio la carne, su textura rugosa y las marcas de carbón que trazaban unas líneas que darían continuidad tal vez al infinito. Subió su mirada y vio el rostro de él. Lo vio quieto, él cerró los ojos y cayó.

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