March 26, 2007

El cuarto oscuro

La silueta de Delgnat, arqueada y estática, parecía imperceptible en aquella oscura habitación. Las cortinas viejas estaban extendidas a lo largo de toda la ventana impidiendo cualquier entrada de luz, los colores de las paredes no producían alguna fuerza de vida; sólo alumbraba una tenue luz ambar originaria de aquella lámpara colocada en el buró, que acompañaba la soledad de la adúltera.

El peso de la mujer no alteraba la horizontal de la cama en dónde ella posaba. Se refugiaba en la esquina superior derecha, junto a la lámpara del buró. Esperaba, esperaba a que una intervención le cambiara su perspectiva. No tenía fuerza, era un soldado herido cansado de pelear en batalla larga al parecer sin obtener victoria, víctima de aquellas actividades en las que el cuerpo, la mente y la psique se desgastan hasta llegar al punto de la mediocridad reflejada en agotamiento. Ella estaba invadida de decepción, tristeza, decipio, decipere, deceptum.

La tonalidad del ambar demostró movimiento, compartió el estado de ánimo de aquél espectáculo; toda la atención se centraba en los amarillos que avivaban la habitación. Las fuerzas escaseaban y el alcance iluminatorio descendía su potencia lentamente. Daba la impresión que en cualquier momento perdería la fuente de energía. Casi al llegar a un punto muerto, el cuerpo alto y delgado hizo aparición en las penumbras irónicamente para encender el apagador y causar una impresión suficiente para que Delgnat se levantara y se fijara en él. No hubo sonido acústico, no hacía falta porque el pleito de las iluminaciones producía un escándalo mortal. El rango iluminatorio de 580 nm estuvo apunto de extinguirse de no ser por la operación femenina de cortar el paso del orígen de las sensaciones débiles, del diminuto sol.

Se agotaron las luchas, las llamas del incencio de aquél caos quedó apagado. Delgnat caminó hacia el cuerpo largo, lo abrazó y ambos salieron de la habitación. Olvidaron apagar la luz.

March 04, 2007

La Otra

Permaneces estático por un momento, no hay clarividencia. No sabes qué tanto te has mantenido en ese estado, no percibes el paso del tiempo, desconoces este inicio, ignoras si terminará.

Viajas, tratas de pensar y sólo la puedes percibir. Progresivamente se engrandece el gozo que te causa imaginarla, aumentan los accidentes de esta idea. Descubres su estructura, cualquier contacto con ella te hace temblar. La sientes, la tocas y luego captas su aroma, el olor fresco que se desprende de su ella. Te estremeces cuando la ves fijamente a los ojos, entras en un mar infinito, en aquél mundo antigravitacional en el que se desprenden tus brazos, tus piernas, pierdes tu cuerpo casi por completo, lo sostiene aquél hilo invisible atado a tu alma. Flotas en el espacio, fluyes en el ambiente místico. Pierdes fuerzas, pero la voluntad de acercarte a ella crece y la abrazas, la sostienes, deseas poseerla para siempre. Entras en un estado nirvánico, deseo satisfecho. Completud de tu ser indescriptible, imperceptible ¿cuánto tiempo ha pasado? ¿en dónde estás?
Rompimiento, algo fragmenta el absoluto; parpadeas y te das cuenta que estás en carencia, que deseas regresar ¿a dónde? Despiertas y recuperas fuerzas, caminas, te detienes porque ella está ahí. La observas tranquilamente, te detienes físicamente, mentalmente obtienes una representación; nunca la misma.